Hola a todos, bienvenidos a una nueva
edición de quien tiene la razón, hoy es fin de mes, faltan 7 meses completos para
que llegué el fin de año, así que debo empezar a evaluar si estoy cumpliendo
con las metas propuestas y analizar cuales otras van surgiendo antes de mi
cumpleaños 33 y antes del nuevo año, así que como hay mucho por hacer hoy no le
demos más vueltas a la manzana y comencemos.
Recuerdo cuando era niña, en
algunos sitcom y dibujos animados que llegaron al Perú entre los finales de los
80’ y comienzo de los 90’ daban un capitulo relacionado con la gratitud, alguien
le salva la vida a otra persona y esta sentía el deber de compensarle por el
resto de la vida. En tre lo que transcurría el episodio, el agradecido
terminaba sofocando a la persona a quien quería agradecer y es ahí donde me puse
pensar aunque el programa exageraba había valores que nos querían enseñar como
la gratitud, el respeto y la lealtad y sobre eso quiero hablar hoy.
Corta, clara y concisa, son
adjetivos que describen a una pequeña palabra que dice mucho, para los que aún
no adivinan es la palabra “gracias”. La solemos usar en retribución a un buen
gesto o acción realizada por otro a favor nuestro y la decimos para mostrar
nuestra gratitud. La pregunta es cuál es la medida correcta como saber si
nuestra gratitud es tan pequeña que resulta imperceptible para otras personas o
es demasiada que sofoca. Respeto, se dice que significa consideración y
reconocimiento del valor de una persona o de una cosa. Actuar de acuerdo a las
normas de un grupo establecido por ejemplo una familia o de una nación. Y
finalmente lealtad, ser leal significa no traicionar a alguien, sin embargo
esto tiene límites, como todo en la vida, no por ser leal a alguien vamos a
infringir leyes, pues antes de ser leal con cualquier amigo, debemos ser leal
con nosotros mismos y nuestras convicciones.
Como amigos las cosas claras, son
manejables y entendibles estos términos, pero el caso de padres e hijos, creo
yo que es un poco más delicado. En qué momento la búsqueda de nuestra
independencia e individualidad se convierte en deslealtad y desagradecimiento
hacia nuestros padres.
Surgimos de dos personas, que
velan por nosotros, nos cuidan, alimentan y muchas veces sacrifican sueños por nosotros, esto nos da
una especie de obligación moral para cuidarlos y velar por ellos cuando no puedan
valerse por ellos mismos. Pero que pasa antes, en el trayecto cuando nosotros
estamos creciendo, madurando, haciéndonos camino en nuestra propia vida y
cumpliendo nuestras propias metas.
Como bien sabemos la madurez no
nos llega a todos a la misma edad. El hecho de tener autoridad legal para poder
votar no implica que por obra y magia del espíritu santo seamos personas
maduras. Hay adolescentes cuyas circunstancias en la vida les obliga a madurar
y adquirir responsabilidades que muchos adultos adquirimos muchos años después
o cuando empezamos a formar nuestra propia familia. Pero hay otros que pueden
llegar a los 40 años y aún no llegan a la madurez, le huyen a las obligaciones
y quieren seguir de parranda toda la vida.
Esta semana llego a mis oídos un
caso, un joven de 19 años cuya madre tuvo que criar solo, y siempre le dio todo
para tener una educación de calidad, lo apoyo en cuanto estudio quiso llevar y
ahora quiere truncar sus estudios para trabajar dos tiempos en fast food´s alquilar un departamento amoblado que cuesta la mitad
de su actual sueldo y vivir con una joven casi de la misma edad que planea
hacer lo mismo.
La idea de ser independiente es
grandiosa, y hacerse camino por sí mismo sin ayuda de nuestros padres cumpliendo
nuestros sueños es genial, pero, creo yo que todo tiene su tiempo. Aunque hay
muchos casos de éxito de jóvenes empresarios, creo que la diferencia con este
caso es que muchas veces estas personas exitosas a quienes admiro y aplaudo, lo
apostaron todo porque no tuvieron nada que perder. Pero alguien acostumbrado a ciertos
lujos, a tener padres que se lo han dado todo, es un poco más difícil. Cada
caso es distinto, pueda que este joven tenga éxito como pueda que no, solo el
tiempo nos lo dirá. Sea como sea, es su vida, solo él puede decidir que rumbo
seguir.
Pero esto me enseño algo para
futuro, si es que Dios me bendice dándome hijos. Los padres deben de hacerse la
idea desde que nacen los hijos, que la responsabilidad que surgen al darles la vida no implica que ellos cumplan
nuestros deseos y sueños, ellos son independientes y no estarán toda la vida
junto a nosotros, llegará el momento en
los que ellos tomen su propio camino y formen su propia familia. Nuestra
responsabilidad como padres es brindarles las herramientas y pautas para que
ellos en el futuro tomen las decisiones adecuadas.
Esta responsabilidad no debe
aniquilar nuestros ideales, conformen ellos van creciendo, no es su vida la que
debemos planear, sino la nuestra para cuando ellos tengan que partir, porque al
final tomen un buen o un mal camino, solo quedaremos nosotros mismos para
empezar de 0 en busca de nuestra felicidad. No esperemos depender solo de la
felicidad las personas que criamos o de las que nos rodean. Seamos felices por
y para nosotros mismos. Si fuimos buenos padres, tal vez nuestros hijos serán
gratos, respetuosos y leales, pero recordemos que lo serán sin dejarlo de ser
primero con ellos mismos, sin faltar a
su independencia y a sus propios sueños.
Tu opinión es importante, exprésate aquí o escríbenos a jennysworld1981@gmail.com
Con mucho cariño para ustedes
Jenn
Hasta la próxima!!!!
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